Burnout, ansiedad laboral y rutina sin alma: señales de un malestar silencioso que muchos profesionales normalizan sin darse cuenta.
La ilusión se pierde en silencio
El momento en el que uno descubre que ha perdido la ilusión por su trabajo no llega con fuegos artificiales. No hay una gran epifanía. A veces solo pasa: un martes cualquiera, frente a la pantalla, sintiendo que lo que haces importa… pero cada vez menos.
Sigues siendo eficaz. Sigues atendiendo reuniones. Sigues entregando cosas que cumplen con los estándares. Y sin embargo, algo dentro ya no está.
No es que odies lo que haces. Es que lo haces en modo avión, con la emoción en baja potencia y el alma saliendo a escondidas por la rendija del Outlook.
Lo llaman “volver a la rutina”. Tú sabes que se parece más a interpretar un personaje con el que ya no te identificas.
Y lo peor es que lo haces bien. Tan bien que nadie nota que llevas semanas funcionando con una mezcla de piloto automático y vacío educado.
Porque claro, si lo dices en voz alta, ¿qué van a pensar? Con lo que te has esforzado, con todo lo que has conseguido… ¿cómo vas a confesar que ya no te ilusiona nada de eso?
Así que lo camuflas. Y como todo sigue funcionando, parece que no pasa nada. Pero sí pasa. Lo sabes tú. Lo nota tu cuerpo. Lo intuye esa parte de ti que no se ha desconectado del todo.
Si sigues cumpliendo con todo menos contigo, enhorabuena: ya estás quemado.
Burnout profesional no siempre significa colapso. A veces es cumplir con excelencia… mientras te desconectas de ti mismo en silencio. Y eso, sostenido en el tiempo, agota más que cualquier crisis.
¿Por dónde se empieza a salir?
No hace falta huir del país, ni cambiar de carrera. Lo primero es dejar de justificar lo que ya no se sostiene. Reconocer que ese agotamiento no es falta de actitud, es el efecto acumulado de años viviendo al ritmo de todo el mundo, menos al tuyo.
No hace falta hacer grandes movimientos. A veces basta con detenerte lo justo para hacerte una pregunta que nadie te hace:
“¿Cuánto de lo que hago tiene que ver con lo que necesito?”
Una invitación
Bajo Presión no es una colección de frases felices para pegar en la nevera. Es un lugar donde se habla de ansiedad laboral, desgaste, rutina sin sentido y desconexión profesional.
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